Por fin, ayer, en la entrega de los Oscars, volvió el criterio cinematográfico a la hora de la mejor película. O quizás, estén disimulando para el año que viene. La realidad, que sin lugar a dudas, este año fue merecidísimo. Ya una sonrisa surcaba mi rostro, cuando vi la presentación de las 10 mejores películas nominadas a este galardón. Que mejor preludio, que el magistral discurso de Colin Firth como George VI, con la sublime Sinfonía Nº 7 en A Mayor: Allegretto como fondo para el mismo. Escena más espectacular que esta, no he visto en años.
Una perfectamente orquestada película, cuya magia no reside en una compleja trama con intrincadas escenas. No. Una historia simple, de simples defectos de un gran hombre. Si las discapacidades y los prejuicios nos coartan a los más humildes de los hombres, imagínense cargar con ellos junto con el peso de una corona (sumada la mirada del pueblo y del mundo) pesando sobre nuestras cabezas.
Colin Firth deja boquiabierto hasta al más lego, con su espectacular performance en este film. Luego de haberlo visto en un par de comedias románticas, con ese toque de flamante ingles, deslumbra por completo en este difícil papel de un Duque tartamudo que debe subir al trono. Un personaje que se encuentra en el difícil lugar de aquel que debe ser el portavoz del pueblo, a quien desde los primeros años de vida se le prohibió el error, se le corrigió el más leve desliz de imperfección. Casi, diría, se le prohibió ser humano. Allí reside, la lucha de este rey, por encajar en los zapatos que le han tocado y no decepcionar a la corona en el intento, sofocando aquellas imperfecciones que nos hacen únicos, borrándose en la amorfa masa del resto.
Que sorpresa me llevé sentada en la butaca del cine, al ver a (la por mi adorada) Helena Bonham Carter, realizando el papel de esposa del rey. Su real alteza, mejor dicho. (Madam después). Como siempre, no desilusiona. Perfecta en cada movimiento,gesto y dicción. Con una delicadeza característica de una reina, sin dejar de lado la fuerza y el empuje necesarios para ayudar a su marido. Como dicen, detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer.
Por último, pero no menos magistral por eso, el gran Geoffrey Rush. En un papel que ya lo caracteriza, con una ironía y un toque ácido implacables. Formidable en cuanto papel lo he visto (desde "El amor cuesta caro" de los Cohen, hasta la para mi espectacular "El Sastre de Panamá") no se queda atrás en esta gran película.
La acidez de los diálogos, el humor sutil pero inteligente, la perfección de las tomas y la espectacularidad de la ambientación, hacen que para mi esta se sume (si, tengo varias, por suerte) a la lista de las mejores diez. Como pocas películas en la historia, no necesita un gran argumento para crear una impecable película. Con el mero condimento de estos grandes actores, un espectacular guión y una excelente fotografía, crearon la perfecta receta para una obra maestra. Literalmente, sin palabras.